Querida amiga viajera, te escribo esta carta porque siento la necesidad de expresarte lo mucho que te quiero. Hace días amanecía rodeada de gente en una ciudad europea, compartí jornada con todos ellos sin esfuerzo  con el entusiasmo que me invade cuando algo me apasiona, recorriendo sus calles como siempre hice contigo. Pero tuve la necesidad de parar el tiempo, disimulé mientras bromeaba analizaba e intentaba descubrir el porqué tenía esa visión relajada de aquel lugar. Solo quería quedarme durante horas junto aquel canal, viendo como se dormía la ciudad, sin prisas, sin rutas ni pautas que seguir, sin compartirlo, sin debatir qué hacer con los pedazos de mi tiempo. Lo sé, es el momento de partir sola, ya me veo buscando mis propias historias; sonrío sola un pequeño instante al imaginármelo.

Ya hace días también que trato de buscar mi camino, un camino alternativo, sin llegar a encontrarlo  aunque creo que ya he partido a un viaje sin ti, en esta ocasión no tiene un cartel luminoso que indique algún destino en el mundo donde escapar juntas. Estoy algo asustada, incluso triste por pensar así  no quiero que llegue ese día en el que cada una tomará su camino en la vida, se que llegará, ya lo siento tan cerca…, oigo voces que quieren llamar mi atención y me distraen de mis viajeros, y me llevan hacía la cotidianidad del trabajo, familia y hogar, que a muchas otras personas les hacen tan felices. Ahora, después de muchos años es hora de intentarlo de nuevo otra vez, pero no quiero que mi nueva meta se convierta en mi callejón sin salida, que nuble mis ilusiones y pasiones.

Y si al final de aquel día descubrí realmente algo, es cuando puse en marcha aquella imagen, se rearfimó aún más el pensamiento de que eres mi amiga viajera (sin menospreciar a nadie), porque aunque sentía que quería ser libre y autodidacta, me empezaron a invadir numerosas secuencias, y en todas estaba junto a ti: en un barco que no zarpa porque la mar está revuelta, en una huelga trenes , en camello gritando ¡cómo me duele el culo!, en aquel coche averiado que no deja de echar humo en medio de la nada, hemos viajado en moto, juntas y en solitario, buscando la una a la otra; hemos visto atardeceres, amaneceres, noches estrelladas, momentos de relax y de mucho estrés, hemos pedaleando al compás, incluso hemos compartido la misma cara al ver nuestro plato de comida, o al oír palabras inteligibles, hemos caminado bajo los días de lluvia, y bajo un sol abrasador acechándonos….jeje. Madre Mía!! son infinitas las anécdotas, que me impiden valorar ¿es mejor ir sola o acompañada?. Creo que en ruta somos como una sola persona, buscando aventuras para dos. Tuve suerte cuando hace años apareciste por sorpresa en mi vida dando color a mi paleta de blancos y negros, dibujando un cuadro lleno de historias con extraños tonos llenos de vida, tiñendo las hazañas con grandes sonrisas, creando un mosaico lleno de aventuras, un gran lienzo lleno de recuerdos alegres con los que decorar mi vida. Y por último decirte, que siempre me sentí protegida, desde aquel momento en el comprendiste a la perfección mi pasión por descubrir el mundo, en el que entendiste mi extraña creatividad, la valoraste sin pensar que es mediocre, cuando respetaste mi forma de vida sencilla repleta de manías y defectos que a lo mejor debían haber sido pulidos, que no me exigió mejorar, pero disimuladamente me ayudó a creer que puedo hacerlo, que me corrige con gran respeto, sin intentar humillarme, porque conoce bien lo que me hace sentir mal, que comprendió mis inseguridades y me ayuda a superarlas, ¡Gracias! ¡Muchas Gracias!. Tú comprendes mi forma de viajar, y no solo por el mundo, también por mi vida.

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