Sí, era una de las cosas que deseaba hacer desde hace unos cuantos años; sí, sentía que tenía que hacerlo al menos una vez en mi vida; pero nunca encontraba el momento adecuado así que decidí ponerme fecha: en junio de 2012 realizaría un salto tándem, un salto en paracaídas junto a un monitor experimentado.
Pero dónde? Comencé a comparar en las webs los distintos precios y zonas…hasta que apareció SKYDIVE -Empuriabrava y me decidí. Encontré muchas razones para escogerlo: la empresa lleva muchos años realizándolo, las vistas que vería con costa serían espectaculares, está en Gerona con lo que podría aprovechar también esta escapada para visitar junto a Rosa el museo de Dalí (que llevaba tiempo queriéndomelo enseñar), y podríamos tener sesión de playita.
Tantas buenas razones… que allí fuimos!!!
Nuestro amigo Kike se apuntó a esta escapada, ya que también quería hacer tándem, por primera vez.
(En este post me voy a centrar en el salto tándem, Gerona creo que se merece una entrada aparte).
Llegó el día (de hecho el primer día de los que estuvimos allí); después de comer algo suave nos dirigimos a SKYDIVE.
Nos dieron un papelito y nos dijeron que esperáramos un poco para la explicación. En este punto, mis enormes ganas de saltar se mezclaron con un «Estela, por qué te metes en estas cosas…?»
Pasamos a la explicación, luego avasallé a preguntas a mi «encantador» monitor (pobre la que le cayó conmigo…jejeje), pero me moló mucho cómo me explicaba todo desde un punto de vista un tanto ZEN:
«Cada uno hace su salto como desea que su su salto sea»
«Si vas relajada y acompasas la respiración te encantará»
Llena de energía, motivada e impaciente me dirigí junto a Kike, los demás que se iban a tirar y los monitores a una avioneta (qué ruido!) que nos llevaría a 4000 metros de altura. Según íbamos ascendiendo se me venían a la cabeza pensamientos contradictorios como:
-«…Quién me mandaría a mí hacer esto…»
-«Waaaaaaaa!! cómo molan las vistas!!!»
-«…Lo peor es que vengo de voluntad propia y pagando por ello…»
-«Estoy deseando tirarme yaaaaaaa, se tiene que salir!!!»
Se acerca el momento. Los monitores se «enganchan» a nosotros y nos colocan las gafas. Se abre la puerta y…
…yo era la penúltima (el último era Kike, que aparentemente estaba bastante relajado…) asique fuimos viendo cómo saltaban los anteriores.
Respiraba profundo y estaba nerviosa pero sonriente de camino a la puerta de la avioneta. En el borde mi monitor me dijo:
-«Lo ves? Saca la mano para afuera! Vas a disfrutar…!!! Estás preparada??»
-«Síííííííííííííí!!!!!!»
Qué sensación más maravillosa!! Nada más tirarte sientes que «el aire te abraza», la presión es más fuerte y te sientes protegido; y aunque es sólo un instante (creo que sobre un minuto) en la caída libre hasta que se abre el paracaídas te da tiempo a disfrutarlo, a sentir libertad, a flipar!!! y es que caes a una velocidad de unos 200km/h!!
Una vez abierto el paracaídas (no da ningún tirón, a diferencia de lo que pude pensar antes de hacerlo…) te sumerges en una sensación de paz, ahora el ruido que provoca el aire es menor, valoras las vistas, en realidad no parece que estés cayendo ya que estás aún a tanta altura que no aprecias cómo te acercas al suelo hasta que no estás bien cerquita. En este tramo puedes incluso hablar con tu monitor, manejar el parapente (divertidísimo dar vueltas…!!) y ensayar la colocación de las piernas para el aterrizaje.
Cinco minutos, sólo cinco minutos (que no se te hacen ni cortos ni largos) y qué experiencia tan increíble!!!
Si no costase lo que cuesta me tiraría en cada semana, jajajaja, aunque imagino que esta primera vez es la más relevante, no sabes cómo va a ser, tienes incertidumbre, más nervios, pero sobre todo, más ilusión.
Como conclusión destacar que ha sido una de las mejores experiencias de mi vida y que me alegro, me alegro, me alegro de haber hecho realidad este reto que tenía pendiente. Aunque ahora, habrá que ir buscando más… 😉