Pequeñas anécdotas de viaje ( 2ª parte)

Estado

                                                Pequeñas anécdotas de viaje (2ª parte).

Un viaje de Peso, en viaje en Sept places.

Imaginaos dos chicas blancas, recién aterrizadas en un aeropuerto del África negra por primera vez en la vida, pero con la misma ilusión y entusiasmo de cada viaje, las cuales pensaron que con los momentos vividos con los Taxistas en el aeropuerto no eran suficientes, y decidieron continuar la ruta.

Sí, ahí estábamos Estela y yo, en un inmenso «aparcamiento» o «gare» como realmente lo llaman ellos.

– ¡Waw! ¿Y ahora qué? ¿Cuál será el coche?

No tengas miedo, no sufras un ataque de pánico, no te eches a llorar, no seas una nenaza y grites ¡socorrooo, mamá sácame de aquí!, siempre encontrarás un ángel de la guarda (eso sí, de color negro) que sepa llevarte y guiarte entre esa locura de lugar justo al que tú necesitas llegar, incluso os acompañará si se lo pides a comprar una botella de agua para el siguiente trayecto ;).

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¡Nuestro Buga! ¡Oh Yeah!

Viajar por Senegal, ¡C’est différent!  claro cuando desde Madrid lees que tendrás que compartir coche, que el coche no partirá hasta que se llene, ynegociarás el precio del  trayecto duramente, más por ser blanco ( algo muy lógico ). Si puede que te llegues a hacer una ligera idea de cómo puede ser.  Pero lo que yo no me pude imaginar jamás de los jamases, es cómo sería ese primer trayecto en sept places desde Gare Maraichers hasta Mbour.

Lo bueno,  que ya éramos tres, Estela, un chico que ya esperaba en el asiento delantero, y yo,  lo malo que aún faltan otros 4 pasajeros para partir.

20 minutos después, – ¡Bien! uno más, un hombre delgado y alto, muy educado que iría sentado a mi lado, no es que tuviéramos ganas de partir, ya que allí estábamos la mar de a gusto observando todo lo que pasaba ante nuestros ojos y gratamente acompañadas por un rico aroma a pescado ya pasado de un par de días, que ni siquiera se nos hacía molesto.  Media hora después, otros dos -¡Bien!, además uno de ellos comprende bastante bien el español.

10 minutos después, esa mujer que lleva sentada frente al coche esperando aparentemente a alguien más o menos desde que llegamos nosotras al lugar, decide viajar en nuestro coche. Pero ella no viaja sola, ella viaja con un niño de unos 7 o 8 años. ¡Nos Vamos!, reorganización de bultos ¡Preparados! ¡Listos! ¡Ya! cada uno a su sitio.

Ahí es cuando tres adultos (bien grandes) y un niño deben viajar durante un trayecto de mas de 80 kilómetros en el pequeño espacio del asiento trasero – ¡Esto es el transporte de Senegal! , dice el hombre que comprende español mientras toma su posición, provocando que Estela y yo dejemos escapar una pequeña carcajada. 

-Perdona, ¿tú quieres que yo lleve al niño encima de mí?, pregunto tímidamente a la madre entre Español y Señas. 

-d’accord, contesta ella.

Ahora yo te pregunto ¿Tú crees que aquí dejaríamos a un extraño de otra raza, de otro color,  viajar con nuestro hijo encima de él un trayecto Madrid – Albacete (por ejemplo), por muy cerca que estemos nosotros observando? 

Ahí estaba yo viajando con un niño (creo que Estela no hubiera podido) de la edad de alguno de mis sobrinos sobre mis piernas,  él tímidamente toma una postura bastante tiesa,  con las manos entre las piernas, para evitar tocarme, para no rozarse conmigo ni un solo instante.

Por la ventana vamos dejando atrás kilómetros, vendedores de fruta, de balones, de linternas, etc…  pesaba ya  la misma posición y más porque la perdía en cada bache, con el traqueteo de un Peugueot de 7 plazas de tenía más años que yo . Y es que en Senegal no es que encuentres un bache, es que son cientos y no son baches, son agujeros a otras dimensiones (y eso que este trayecto eran de los mejores)….jajaja.

La pobre criatura, se recuesta sobre el reposa cabeza delantero, ¡Crash! ¡boing! ¡Jump!, ¡Crash! ¡boing! ¡Jump! pero se le cae la cabeza una y otra vez , todos ya van dormidos (incluida Estela, a la que le queda poco para acomodar su cabeza en mi brazo), la oscuridad ya le impide ver el paisaje, pero él se resiste a tocarme. Y es cuando le indico que se puede apoyar en mi pecho, que no tenga miedo, que no le voy a hacer nada, que no me importa. Me sigue mirando tímidamente, con inseguridad, pero hay algo que ya le impide resistirse y cae dormido como un bebé sobre mi regazo. 

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¡Mirad! la camiseta de Estela aún es blanca. 

Y así, pueblo a pueblo, bache a bache con un niño sobre mi regazo y una joven que apoyaba su cabeza de vez en cuando entre mi brazo y la cabeza del niño, hicimos nuestro primer trayecto, nuestro primer viaje por Senegal, un viaje diferente, un viaje especial, un viaje mágico.  

Que mas daba que mi brazo estuviera totalmente inutilizado y mis piernas dormidas con un cosquilleo igual o superior al que sentía en el estómago por estar viviendo aquellos momentos. 

Y poniendo la última nota de humor, ¿Os podéis imaginar cuando aquel niño se despertó, el susto que se metió? 

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