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Fin de tarde perfecta, de Hamman por Estambul.

Estado

 

Insistimos mucho a uno de los hermanos que regentaba nuestro hotel en pleno centro del Sultanahmet, nos  encontrábamos a escasos pasos del parque Gülhane y dando un breve paseo nos chocábamos constantemente con uno de los centros álgidos de la ciudad, religioso y cultural.  Sí, lo habéis adivinado justo al lado de Santa Sofía, la Mezquita Azul, el Palacio Topkapi, o las termas Yerebatan, así que ya podéis imaginarlo, turistas, más turistas y por último más turistas…jeje Como si nosotros no lo fuéramos.

–        No queremos el típico sitio que esté lleno de alemanes, suecos, o japoneses, queremos un hamami (Hamman) auténtico, ¿lo has entendido?

Da igual que algunas personas nos dijeran: – A lo mejor, como primer contacto, el baño turco tradicional puede ser una experiencia algo fuerte (comentarios siempre hechos por hombres, todo sea dicho)

Si tenemos que elegir entre los que vienen en las guías, los más antiguos, los más grandes, los más bellos o los que más historia guardan entre sus paredes o sus fuentes de mármol (pero que en cambio son invádidos a diario por grupos organizados), elegimos la segunda opción, los que nos muestran la cotidianidad de los ciudadanos musulmanes y no están los precios hinchados.

ESTAMBUL (1342)

Llevábamos alguno más apuntado, aconsejado por algún “amigo” viajero, que alguna vez ha sido un expatriado y con país elegido para ello Estambul, de esos que también escriben en blogs y con alguna guía sobre la ciudad editada, más un par de libros (gracias Pablo por tus consejos), pero ninguno nos venía bien en aquel momento, o por horario, o por lejanía; necesitábamos uno que tuvieran tanto para hombres y mujeres, por separado, pero abierto con el mismo horario. Al final, tras nuestra cansina insistencia, ¡Yuju! ¡Lo logramos! Íbamos a ir al mismo que iba el chico de la recepción del hotel, que estaba en la parte asiática. No hizo falta,  tenían uno también en la parte europea que se adaptaba a la perfección a lo que buscábamos Mihrimah Sultan Hamami .  Y más después de escuchar la experiencia de un chico argentino que conocimos allí, que estaba viajando por un tiempo no definido por el mundo y con el que pasamos tiempo hablando y riendo todos en la recepción.

–        ¡Boludo! Vos querés que os soben? Vos querés que os castiguen la piel?  ¡Pues vayan!.

No le había gustado, pero nada, nada. Había acudido a un hotel con un espacio “Turco Spa” (me encanta inventarme «palabros», no acudáis pidiendo esto que no os van a entender…jeje), donde le exfoliaron hasta sentir su piel irritada durante unos días… jaja.

La llegada al Hamami fue impactante….jajaja, llegamos con tantas ganas a vivir la experiencia que no se nos ocurrió leer el cartel (aunque no nos hubiera servido de mucho ya que estaba en Turco 😉 ) ¡Yo no saber turco! Jijijij,  Agarramos fuertemente el pomo de la puerta de accesos y  tiramos hacia nosotros, mientras un chorro de calor nos empañaba la visión por un breve ínstante y tras esos breves 2 segundos,  aparecía la silueta de un hombre pequeñito y entrado en carnes, con el pecho al descubierto, ocultando el resto del cuerpo enrollado en toalla a cuadros rojos, que se dirigía aceleradamente hacia nosotros para llamarnos la atención, pero la primera visión del sitio me encantó, la sala principal estaba vacía, pero yo me la imaginé por un instante llena de hombres con cuerpos fibrosos sentados en los bancos  alrededor de la mesa, charlando y dando paso al paso posterior, los baños y lo que representa esto para ellos,  un acto social, como descubriríamos posteriormente con las damas.

Quique se quedó con el hombre bajito, que nos indicó que el acceso para las mujeres estaba más adelante, jejeje. ¡Y nosotros qué sabemos! I don´t undenstand, I don´t speak english! Yo creo que los tres pensábamos que eso sería una recepción donde nos harían separarnos. Cómo íbamos a pensar que con solo abrir una puerta ya nos encontraríamos con el Hamami? =S La zona de mujeres estaba algo más oculta y menos mal, os imagináis a Quique abriendo esta puerta con el mismo entusiasmo que nosotraa la otra?, vamos, le funden a palos…..jeje.

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Qué caretos poníamos las dos por ser ésto tan desconocido y misterioso para nosotras, había que vernos, parecía que íbamos al matadero… jejeje.

¿Que qué queremos? Un completo, completísimo, queremos baño, exfoliante, masaje, cabeza, todo, todo. Al cambio eran unos 25 euros, aunque si queréis podéis encontrarlos mucho más baratos.   Nos entregaron una llave y unas toallas turcas, de tejidos finos y de cuadros, como la que llevaba el hombre bajito,. La sala estaba exactamente igual colocada que la que vimos en la zona para hombres, era cuadrada, en el centro se sitúa una mesa de madera y unos bancos, donde había varias mujeres en ropa interior oscura (empleadas) y alguna joven embutida en los mismo tejidos que nos acaban de entregar (clientas) y alrededor varios vestidores. Entramos en uno, nos desvestimos, nos pusimos nuestros bikinis y dejamos las objetos personales bajo llave.

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Una de ellas nos hace bajar por unas escaleras hacia una piscina, nos indica que nos metamos y se marcha. Estela y yo, como somos unas inquietas, no esperamos a que venga a buscarnos y salimos a escasos cinco minutos,  queremos ver lo demás… Toca ¡¡la angustiosa sauna!!.

–        Y ahora ¿qué hacemos con esto? Nos miramos, cada una con nuestra jarra de plástico en la mano.

Deambulamos por la salas anexas, observando a un grupo de jóvenes, hablar y reír enérgicamente, tienen montado un escándalo de aupa, pero rápidamente viene una de las empleadas me agarra y me lleva con ella. Estela nos sigue, me desenrolla la toalla y la estira sobre un banco de mármol, da dos palmaditas con la mano sobre ella,   yo obedezco,  me  tumbo y me desprendo de la parte superior de mi bikini.

Momento de enjabonar, exfoliar y masajear, nunca me imaginé que me gustara tanto ese sobeteo (nos gustan los machos, eso que quede claro),  con cada uno de estos procesos se tira más de 20 minutos largos, Estela ya está tumbada y preparada para que empiecen también con ella, está justo en el sitio donde una joven se tapaba los senos tímidamente mientras le hacían los tratamientos. Qué relax, ¡Dios! La chica que me atiende a mí está todo el rato sonriéndome mientras me indica que me cambie de posición, ¡Cómo mola! se ha puesto a hacer cánticos típicos de la región, que con la acústica de la sala te terminan de envolver.

De nuevo nos dirigen hacia otra sala y nos lavan el pelo,  ya  habíamos estado allí momentos antes, donde con la jarra con la que anteriormente no sabíamos qué hacer, nos echaban agua por el cuerpo para quitar los restos de piel muerta. Ahora lo hace por la cabeza, pero muy velozmente, tanto que casi no te da tiempo a coger aire entre jarro y jarro…jejeje. ¡Cantas muy bien, pero maja me vas ahogar!! ;).

Esto se acaba, pero lo mejor aún estaba por llegar, porque al subir a la zona de arriba, allí estaba aquel grupo de jóvenes alocadas reunidas alrededor de la mesa, tomando algún refresco y charlando, nosotras nos animamos y decidimos que queríamos también la mascarilla de la cara, ¡Ale, tiremos la casa por la ventana!, incluso alguna de las jóvenes al vernos con la cara como la novia de Shreck se anima y la pide también.  Ya nos sentimos cómodas del todo,  no como bichos raros que han invadido su espacio más íntimo,  ellas con nosotras también,  una se seca el pelo, otra se mete en su vestidor para ponerse la falda, otra se cepilla mirándose al espejo, pero todas están alegres, así que ponen música, hacen un corro y se ponen a bailar la danza del vientre,  nos hacen señales con la mano y nos animan a unirnos a ellas. Estela se queda observando pero yo me arranco a mover por un rato mi cintura y mis caderas.  Unas van, otras vienen, hasta que se acaba la juerga, llega la hora de cerrar, todas se ponen el velo y se marchan a la calle, nosotras detrás de ellas.

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Felices de vivir esas auténtica experiencia, además de salir con la piel más suave que el culito de un bebé.  Aprendí que las mujeres musulmanas también saben divertirse sin saltarse sus costumbres y tradiciones más arraigadas.

Quique y las Termas es otro tema.. Allí estaba en la calle esperando a que saliéramos para decirnos lo frustrante de la experiencia:  –  ¿Qué vas a querer? – Lo más simple que tengáis… – Pues toma esta jarrita y cuando adivines para qué sirve ya puedes empezar  a jugar a echarte agüita tú solo.

PD: Jugar solo siempre fue aburrido, Quique.

 

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