Navahondilla, sí, sí es mi pueblo.

Estado

Navahondilla, sí,  es mi pueblo, ¿o pensándolo bien? No lo es...jeje.

Hoy os acerco a esta localidad, no como un punto turístico, si no desde la mera relación que yo guardo con él, ya que es una relación de toda la vida. Vamos, desde que era una pequeñaja.

Navahondilla está situada en el Valle del Tiétar, es un pequeño pueblo de la provincia de Ávila, pero hubo una época que perteneció a la provincia de Toledo, todavía se la puede considerar una pequeña aldea, porque a pesar de estar a escasos 70 kilómetros de Madrid, sigue teniendo una población pequeña, 342 habitantes en sus 22,07 km². Evidentemente crece llegado el verano o la semana santa y es invadido. Somos muchos los que estamos deseando huir de las grandes ciudades en busca de parajes rurales.

Esta población por suerte, se ha ido librando de ser invadida por el boom inmobiliario que ha sufrido este país en los últimos tiempos, ¡menos mal!, Porque hubo una época que parecía que no lo haría, ya que había un plan urbanístico en el que se planeaba construir hasta campos de golf.

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A mis 5 hermanos y a mi, siempre nos preguntaron aquello de ; ¿Y tú, de quién eres? ¡Lógico!, llegamos a este pueblo de casualidad, ni mis padres, ni mis abuelos, ni bisabuelos son naturales de allí, a mi abuelo le dio por ahí y compro un chalet en la urbanización en la que yo he pasado mis mejores veranos, por eso lo considero como si fuera mío y seguiré diciendo, ¡me voy al pueblo! :).

Ahora cada vez lo visito menos, todo sea dicho, pero no por ello le he perdido el cariño, así que no puedo dejar de recordar todas esas cosas que viví allí. Como cuando aún teníamos que bajar por el camino mal iluminado hasta la cañada reala la vaquería, a coger la leche en un cántaro que ya habían ordeñado Loren y  Eusebio, luego mi abuela la hervía con cuidado varias veces, o el momento en el que dejamos de recoger agua en La Fuente en aquellos espantosos botijos embutidos en una funda hecha a ganchillo. O de esa época donde escondíamos el tabaco entre las piedras del camino y luego era imposible recordar cual de todas ellas era, el momento en el que pasamos de jugar a «V» en El Prado de los Morenos (nuestra urbanización) para ir con la gente del pueblo a cantar todos a la vez «El pilili no tiene pilila», sentados en el muro del Bar Andrés (El Gallo). Voy a confesar que yo era de esas que hacía el travieso cuando íbamos a comprar al Bar Turón y el Bar La Plaza, o de las que se reunían en el Súper o El Álamo junto a La Iglesia para sentarse alrededor de la leña (no me preguntéis de donde salía..jejeje).

Bueno, ¡ejem, ejem! no puedo evitar acordarme de que en Navahondilla fue donde me dieron mi primer beso ;), seguramente provocado por aquellas maravillosas noches de verano en la piscina de Saturnino, donde las horas pasaban haciendo solitarios, aunque estuviéramos rodeados de mil amigos. Dejaremos para otro momento lo de las rivalidades con la chicas y chicos de Navahonda, ya que muchas se escapaban para ir a ligar con ellos, ya que en el pueblo estaba todo el pescado vendido…jajaja. 

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El pueblo evolucionaba y nosotros con él, pasamos de las bicis a las motos, de jugar con las muñecas a ser perseguidos por la Guardia Civil, pasamos a acampar en las montañas cercanas con los amigos, ya no valía con subir un rato a los famosos castaños, ni a la Cabeza (pequeño monte cercano), tampoco jugar al fútbol junto al pilón, ya éramos adolescentes. El carnet de conducir nos daban la oportunidad de hacer excursiones tanto de día, como de noche por los pueblos de los alrededores, El Tiemblo haciendo parada en Toros de Guisando, o Cadalso de los Vidrios con el que tenía mucha relación el pueblo hasta el año 1833 , Rozas de Puerto RealSan Martín de ValdeiglesiasSotillo de la AdradaLa Adrada o Casillas entre muchos otros.

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Pero a pesar de los años que han pasado todos seguimos disfrutando de ese sabor añejo que aun no ha perdido, aunque ya tenemos hasta un pequeño mini-súpermercado o un mesón, El mesón Los 4 Hermanos (Bar Críspulo) donde encargar alguna comida para disfrutar con los amigos. Ahora muchos amigos tienen hijos, que comparten sus momentos a través de twitter o Instagram sentados en la puerta de la Iglesia o en la plaza, junto al nuevo ayuntamiento (con wifi), donde viven con la misma intensidad las fiestas cada 15 de agosto, Virgen de la Asunciónno dudando en vestirse con sus mejores galas, porque hay que ser elegidas Misses… ¡Qué recuerdos!

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Es verdad que el  camino desde la carretera ya no pinta tan sinuoso, es una pena que no se oigan los lobos aullar, o que no tengamos que esquivar las vacas y ovejas cuando salimos a pasear, pero podemos seguir disfrutando de la libertad de un pueblo como Navahondilla, un pueblo donde no hay nada, sólo un entorno natural maravilloso por estar situada al comienzo de la Sierra de Gredos

Un pueblo desconocido por muchos, pero amado por unos pocos, donde las estrellas siguen brillando cada noche y el camino huele a leña, un pueblo donde el otoño colorea sus montes de distintos tonos marrones y en verano se oyen con intensidad los grillos cantar.  

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Puedo vivir sin ello, claro, claro que puedo, no me voy a morir por no volver a vivir aquellos momentos, pero como los extraño.

 

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